El discurso de Alejandro, que habló a micro abierto y emocionó a la #acampadabilbao.

Lo que brota

Buenas noches a todos y todas, y gracias compañeros, por estar y ser aquí hoy. Gracias también a todos los que han estado durmiendo y empleando su tiempo y esfuerzo en abrirse a esta experiencia. Quiero comenzar con pediros a todos de tratar de hacer el siguiente ejercicio. Os pido, que pongáis una mano sobre el corazón de vuestro/a vecino/a y le miréis a los ojos ahora, todos juntos, y en silencio, pido unos instantes de silencio.

Gracias, gracias por compartir esta hermosa comunicación, sincera. ¿Por qué os he pedido esto? Porque es una forma de conectar profunda, sincera, sin barreras. No es un silencio para callar, no, no, no es nada de eso. Es un silencio para tapar el ruido externo, el ruido del sistema de poder. Creo que el ruido, el ruido de las mentes es lo que nos ha traído a este momento histórico en el que estamos viviendo. El ruido de una razón, una razón conquistadora.

Podríamos comenzar con el imperialismo europeo y su ansia de poder. Es este poder, esta imposición, este controlar el mundo, y en definitiva LA VIDA, la que ha permitido desacralizarla.

En ese sentido Occidente se ubicó en el centro, como poder dominante, con control sobre todo, controló todos los aspectos de la vida desde lo político a través de la “democracia”, hasta lo económico en forma del capitalismo y el modelo de desarrollo, pasando por la naturaleza, la religión, los aspectos lingüísticos y la cultura, de manera que la razón occidental se impuso como el saber único, deslegitimando cualquier “otra” perspectiva de la vida como algo venido del salvajismo, de la barbarie. Hoy, hoy es importante, porque nos estamos dando cuenta de que esas conquistas y esa “colonización” es lo que ha condicionado nuestras mentes. Y por eso sufrimos, porque nos domina el condicionamiento de la RAZON, de la mente, del ego que solo sabe de miedos, y es que vivimos con miedos.

A veces pienso que estoy solo, no soy nada, el mundo es demasiado grande y yo demasiado insignificante, pequeño. Es en ese mar de soledad donde veo el miedo, ese lugar donde no se respira, donde no se vive. Mi miedo, tú miedo, el miedo de todos, allí es donde construimos juntos, pintamos banderas, definimos las reglas, dibujamos ideas, ordenamos los sueños y compartimos el mismo nombre. Allí todo tiene un sentido, no estamos perdidos, no estamos solos, somos fuertes y podemos sobrevivir. El problema es que creamos identidades y así se crean los “otros” y los choques, y creamos enemigos, para protegernos. ¿Protegernos de qué?

¿No será que tenemos miedo a soñar, a saborear la pasión, a perdernos en el resplandor, y a vivir la vida? ¿No será que tememos la evolución y el crecimiento humano? ¿No será que nos da miedo brillar? ¿No será que nos horroriza darnos cuenta que somos insignificantes en la grandeza del mundo? Y ¿No entendemos que somos parte íntegra de este mundo? Una pieza que se suma a la construcción. En realidad, ¿miedo a qué? ¿A que nos demos cuenta que todos somos lo mismo en este mundo y que nuestros colores diversos son sólo la suma de una vibrante riqueza?

Hoy, hoy siento que hemos llegado a traspasar los colores, los egos. Lo conversaba con un compañero que está aquí hoy. Me decía que le parecía increíble, increíble que había gente durmiendo aquí, trabajando, y que ni siquiera se sabían sus nombres. QUE SALVAJE. Claro, y es que de eso se trata este momento, de tirar abajo las banderas, las etiquetas y las identidades. Esta semilla, no tiene nombre. Nos encontramos en el sentir, un sentir profundo, que brota, de una conciencia.

He visto posters… “unidos por el sentido común”. Yo creo que esto va más allá de eso. Es algo mucho más profundo.

Nos han tapado la boca y el corazón, pero dejemos de decir  ellos, porque lo queramos a no, todos somos parte de este mismo universo.  No, no, entendamos que somos, nosotros mismos, los que nos estamos condicionando. Pero hoy, siento una dicha, al vernos a todos unidos. Lo que brota aquí hoy para mi es vida, es un encuentro con la vida, y la vida es compasión, es solidaridad, es compartir, es crear, la vida no puede ser tapada. Los políticos están en su situación, y pienso que muchos, de haber caído en esas cunas, quizá seríamos lo mismo. No se trata de luchar contra nadie, porque todos somos en esta sinfonía.

No, más bien yo percibo hoy aquí,  lo siento, y palpo que esta brotando del invierno de la razón, una primavera de la conciencia. Pero no hay que dejarnos llevar por el entusiasmo desenfrenado. Está bien, hay que saborearlo, hay que saborear el sol que de repente nos anima a crecer, a brotar con más fuerza, pero los arboles brotan desde la quietud.

Hoy estamos en la primavera. Os comparto una imagen.  Las escaleras de Mallona, allí vivo yo. Cada mañana que bajo hacia la plaza de Unamuno, veo como los pequeños brotes de hierba se hacen huecos entre grietas. Es increíble, realmente hermoso, y potente ver como unos pequeños tallos de vida pueden atravesar el cemento y la roca de las escaleras.  Es como si el cemento de la razón, del poder, de la conquista las tapara. Pero no, no pueden ser tapadas. La vida brota, la vida no se puede tapar. Y nosotros, y todo lo que nos rodea, y todo lo que somos es vida…una vida creativa.

Me alegra tanto ver que se está gestando algo profundo, no diferente, porque no lo es, siempre ha estado en mostros, el universo siempre ha existido. Esta brotando desde la profundidad el sentir de unión en la conciencia. Las redes siempre han estado allí, sólo hay que quitarles el polvo del ego, del poder, de la colonización que sólo separa, QUE NOS SEPARA, que nos separa de la vida que todos somos.

Os animo a que muramos, que mueran los miedos, y nazcamos a la conciencia, y que construyamos desde allí. ¡Despertar! Esto es lo que oigo en las calles. Oigo a gente decir, que hay que despertar, que hay que estar despiertos, y es así. Hay que despertar a la conciencia. A esa conciencia que hoy se respira, yo desde luego la respiro en esta plaza.

Así que acabo resumiendo el sentir que me brota. Os animo al proceso de “descolonizarnos” para vivir desde el compartir, que no competir. Una descolonización del poder y la razón para que puedan re-emerger las sabidurías,para que esta semilla se convierta en la revolución de la conciencia, donde lo humano que somos, pueda reconectar con el espíritu salvaje que es la vida.

 

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